Cuando Isabel se escribe en los poemas,
su corazón es furia de cascada,
la letra le desborda la mirada
y el verso se le escurre por las yemas.
Cuando Isabel escribe con los miedos,
la fuerza eleva un reino entre los hombros,
monta un suave escenario con los dedos
y se vuelca en el mar de los asombros.
Y si Isabel, romántica o sombría,
convierte su dolor en poesía,
explota la palabra en el papel,
libera al animal que lleva dentro,
la lírica dormida va a su encuentro
y es Isabel, la auténtica Isabel.
Rosales
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