lunes, 28 de agosto de 2023

Tu piel

 


Tu piel, estratosfera fabulosa
-donde duermen historias navegables-,
es de polvo estelar, de nebulosa,
de aroma de galaxias adorables.

Tu piel, de estrella tibia y temblorosa,
es lluvia de estaciones permeables,
de cero gravedad, de fuego rosa,
de líquidos secretos incontables.

Tu piel es mi paréntesis cercano,
la pausa que me toma de la mano
donde puedo adentrarme en tu universo.

Es el cielo acercándose a mi orilla,
un paisaje lunar, la maravilla
en que al fin me deshago en carne y verso.



Rosales 




Vete

 


Si te acecha la pena tras la puerta
y se enreda en el aire el desvarío,
huye lejos, escápate, despierta
o te engullen las sombras del vacío.

Corre más que el dolor. Ponte en alerta
aunque notes que muerde el hielo frío,
fúgate de la atmósfera desierta
sobre el ala de un alto desafío.

Has pasado por esto tantas veces
cuando intentas lograr lo que mereces
que destruyes capítulos de ayer.

No comulgues con falsos testimonios
y fulmina, de golpe, tus demonios
donde inventes un nuevo amanecer.


Rosales 





Dulce castigo

 


Cuando guardas silencio, a tu cuerpo me anudo
porque busca mi carne de tu carne el impacto ;
me devoran las ganas cuando siento tu tacto
por la piel erizada de mi pecho desnudo.

Bésame cuando roces con tus dedos mi ombligo,
cuando horades mi cáliz con tu urgente caudal,
cuando apremie el instinto del deseo animal
y me duela el placer de tu dulce castigo.

Ámame con un punto de salvaje violencia
cuando rasgues mi entraña con tu rosa de acero
y me llene la espuma del volcán de tu esencia.

Háblame con los ojos, que en tus brazos me muero;
el delirio me obliga a rogar la exigencia
de que calles conmigo mientras dices te quiero.


Rosales 


Carne de poema

 



Qué ganas de cuidarte y de tenerte
cuando sin ti –sin mí- me hallo perdida,
como una flor que escapa de la muerte
y sabe que te quiso en otra vida.

Qué ganas de que vuelvas de la nada
a enredarnos como un solo murmullo
de silente alegría, acompañada.
Cambiar de dimensión. Ser algo tuyo.

A ti -qué ganas de tenerte dentro-,
donde alargas tus manos, me divides,
y, entre el sueño y los daños, me descentro,
a ti te ruego lo que tú me pides:
que puedas conseguir tras cada encuentro
cambiar tu “ piensa en mí” por “ no me olvides”.


Rosales 




Como la vida

 


Un soneto es falaz como la vida
y, al principio, me cuesta el primer paso,
poco a poco mis rimas acompaso
tras lograr del cuarteto la medida.

Cual enérgica joven, decidida,
me dispongo a menguar de tinta el vaso;
el segundo me inspira y, por si acaso,
finalizo el propósito enseguida.

Consumo la serena madurez,
los recuerdos le pido a mi memoria
y no queda futuro en el terceto.

El poema termina en la vejez;
solo puedo mirar hacia la gloria,
pues se acaba mi vida... y el soneto.


Rosales 






El método indefinido

 



Si me ofrecieran la posibilidad, en este instante,
de poder despojarme de mi cuerpo, y volar hasta el espacio de tu inmortalidad
-de unirme a ti-,
¡oh, fuente de mis sueños,
extravío de la suavidad del amor!,
arderíamos, arderíamos
porque, antes de que el tiempo existiera,
yo ya te quería
y, contigo, hasta el dolor es bueno.
Hasta el amor es bueno.


Rosales 




Metafísica de un adjetivo espacial

 


Tú haces con lo nuestro lo que puedes,
yo lanzo unas estrellas al vacío,
y estoy entre alcanzar un sueño mío
o atravesar contigo las paredes.

También entre alejarte o que te quedes,
entre quemarte o que te muerda el frío,
de ser fiel a mi propio desafío
o unirme a tu poder cuando me enredes.

Acudes a mi espacio y descolocas
el orden conocido si me tocas,
mientras me muero por salir de mí,

por tenerte en mi vida a mi manera,
y estar entre te dejo cuando quiera
o me niego a querer vivir sin ti.


Rosales




Siguiendo a Bernard Engel y Álvaro Arriaza

 


Por fin, de su disfraz de piel de loba,
ha escapado serena y tan campante,
con su insolente luz de supernova,
alocada, irreal, y deslumbrante.

Elige a sus amantes por capricho
(tiene un hábito infame y recurrente)
para escribir lo mismo que se ha dicho
y al oído parece diferente.

Se la ve aparecer unos segundos,
después de haber vivido en otros mundos
de lirismo salvaje y utopía.

Es ella la que habita en unos pocos
(los artistas, los tristes y los locos)
y algunos la llamamos poesía.


Rosales 




Asperger

 


Ingenuo corazón de tierna albura,
habitas en tu enorme fortaleza
para evitar la cóncava aspereza
del entorno que agrede tu armadura.

Vives solo en el gélido palacio
donde encuentras la paz de estar seguro,
protegiendo el dintel del soplo puro
de la inmensa muralla de tu espacio.

El translúcido vidrio angelical
que separa tu juicio diferente
del tumulto ruidoso de la gente
te confina a la celda de cristal.

Eres la blanca estrella vulnerable
en el aislado limbo de la gloria
y atesoras el don de la memoria
tras tu mundo interior inexpugnable.

Aunque turban tus ritmos primigenios
bajo el hándicap gris del desahuciado,
estás de nacimiento coronado
por la esencia del alma de los genios.


Rosales 




El olvido de los tristes

 


Odias buscar sin tregua el punto verde
cuando indica que estoy desconectada
y en el PC el desánimo te pierde.

Abres el chat y acudo a tu llamada
mientras sigues mi rastro por el muro,
y empezamos a hablar como si nada.

Me preguntas y salgo del apuro
intentando esquivar el tono extraño,
porque no te comprendo. Te lo juro.

Pareces agradable, luego huraño,
no te crees ni tú lo que me cuentas,
pues me vendes el humo del engaño.

Cada cosa que dices, te la inventas;
asomas, manipulas y me insistes
tras el juego mental con que me tientas.

Destinado al olvido de los tristes,
me niego a darte más explicaciones;
accedo en tu perfil a las opciones
y después te bloqueo: ya no existes.


Rosales 




Canción triste de V

 


Violeta se llamaba aunque era un hombre;
cambió su identidad por el camino,
pues no se conformó con el destino,
ni amaba ni su sexo ni su nombre.
.
Huyó de los abusos familiares
y, a palos, intentaba hacerse fuerte;
ganaba su jornal de mala muerte
buscando a la clientela por los bares.
.
Violeta parecía ser de hierro
al ir a trabajar, noche tras noche,
algunos la montaban en su coche
y siempre la trataban como un perro.
.
Su vida, de verdad, era una mierda:
las drogas irritaban su locura,
le daba igual morirse de amargura
y, así, se fue olvidando de estar cuerda.
.
Sufría enfermedades miserables
y estuvo largos meses impedida,
luchó contra la mácula del sida
y un margen de dolencias impensables.
.
No vino a visitarla ni su chulo,
perdía, entre estertores, la batalla,
tiró, Violeta, a solas la toalla
y todo lo mandó a tomar por culo.


Rosales 




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