El ámbar que tirita en tu pupila
envidia el astro rey en su cortejo,
y el murmullo celeste en retahíla
gira toda su lumbre a tu reflejo.
Tu semblante luciente
muestra un rojo temblor efervescente
a mitad de camino
entre el fino arco iris de tu frente
y el compás sonoroso
de tu plexo solar, altar divino.
Cual Ulises curioso,
eres hielo a mi canto de sirena
y, en mi espuma dorada incandescente,
mueren sal, gota, cresta, mar y pena.
Rosales
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