Qué ganas de cuidarte y de tenerte
cuando sin ti –sin mí- me hallo perdida,
como una flor que escapa de la muerte
y sabe que te quiso en otra vida.
Qué ganas de que vuelvas de la nada
a enredarnos como un solo murmullo
de silente alegría, acompañada.
Cambiar de dimensión. Ser algo tuyo.
A ti -qué ganas de tenerte dentro-,
donde alargas tus manos, me divides,
y, entre el sueño y los daños, me descentro,
a ti te ruego lo que tú me pides:
que puedas conseguir tras cada encuentro
cambiar tu “ piensa en mí” por “ no me olvides”.
Rosales
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