Que vivan los poetas solitarios,
anónimos con lengua de metralla.
Evitan bulliciosos escenarios
y dan un recital en la pantalla.
Que vivan los poetas temerarios
sin hambre del aplauso o la medalla.
Escupen versos tristes necesarios
o arrancan la belleza más canalla.
Que vivan los poetas, todos ellos,
los genios, ejemplares claroscuros
que nos marcan la piel con sus destellos.
Soñadores que ven otros futuros
y los gestan a pluma y atropellos
mientras consiguen derribar los muros.
Rosales
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