Perdone, comisario,
sé bien que con mi pena le importuno,
pero era necesario,
fue culpa de un Ninguno.
Retaba con sus versos, uno a uno.
Aquello era la fiesta,
un circo a despiporre y carcajada.
Le daba una respuesta
-estaba acojonada-.
Juan Nadie era un poema, una pasada.
Jamás mi verso copia,
no quise ser un roto en su camisa
y fue en defensa propia,
rompí lo que improvisa,
pues me estaba matando de la risa.
Rosales
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