Un soneto es falaz como la vida
y, al principio, me cuesta el primer paso,
poco a poco mis rimas acompaso
tras lograr del cuarteto la medida.
Cual enérgica joven, decidida,
me dispongo a menguar de tinta el vaso;
el segundo me inspira y, por si acaso,
finalizo el propósito enseguida.
Consumo la serena madurez,
los recuerdos le pido a mi memoria
y no queda futuro en el terceto.
El poema termina en la vejez;
solo puedo mirar hacia la gloria,
pues se acaba mi vida... y el soneto.
Rosales
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