Un pensamiento lúgubre y sintecho,
una alucinación, una extrañeza,
un error en el cálculo y el hecho
de perder por momentos la cabeza.
Un horizonte gótico y deshecho,
el alma al que le rompen otra pieza,
una estrella muriéndose en el pecho
y un no sé qué ha pasado, una tristeza.
Una cuestión ardiendo, un alarido,
la réplica manida y decadente
al qué quieres de mí, cómo has podido
y la inquieta pregunta recurrente,
porque no te comprendo ni te olvido,
de quién va a rescatarme de mi mente.
Rosales
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