Suda imponente, recio y orgulloso,
como un apéndice de humana roca,
un monstruo fiero, un animal hermoso,
una bestia al olor que lo provoca.
Crece el afán del vástago glorioso
y el asombro febril cuando lo toca,
con su apacible tacto belicoso,
para marcarlo luego con la boca.
Siente en colores, rompe en desmesura,
el labio asiste a la victoria pura
tras un rumor de espuma que conmueve.
Va y se estremece y muere sobre el vello
donde busca reposo en el destello
de la humedad de coagulada nieve.
R
osales
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