Vuela el dragón. El cielo lo reclama
y, en el aire, cultiva un mar de lumbre.
Su corazón de fuego, tras la cumbre,
Hermoso el animal de hueso a escama,
planea en una vasta incertidumbre.
Aguarda alguna estrella que lo alumbre.
Su aliento entre cuestiones se derrama.
No sabe de su fuerza diferente:
es dueño de un poder eternamente
sobre una tierra de mirada fría.
Alguna vez intuye su rareza
cuando extiende la mágica belleza
en su mundo de alada fantasía.
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