Me saludó. No pudo hacerse el loco
y acomodó su beso en mi mejilla.
Quiso también exagerar un poco
Me dijo ser feliz en el trabajo,
pues, al cambiar, se eleva un nuevo mundo.
Tenía un mal aspecto del carajo
como el infiel que habita el inframundo.
Alardeó de logros importantes,
de contactos, de gloria, igual que antes.
Seguía en su disfraz y tan a gusto.
Me preguntó, por fin, qué tal me iba.
Le respondí, simpática y esquiva:
"Yo tengo paz". Y se murió del susto.
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