Explota por el aire y queda en nada
como un relampagueo de artificio.
Alguna vez nos tiende una emboscada.
Si piensas que conoces su mirada,
con un revés te arrastra al precipicio.
Aunque tengas valor en la cruzada,
terminas siendo carne de estropicio.
Empieza tras la acústica del llanto,
discurre entre la herida y el espanto
de buscar en el cielo una señal.
Acaba. Todo afán se desintegra.
La vida se nos va en la nube negra
y vamos, de improviso, al funeral.
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