Más grave que el confort del asesino,
más larga que la mano del canalla,
peor que la conciencia del cochino
debajo de su pompa y su medalla;
más negra que un crespón en el destino
sembrando de cadáveres la playa
o el turbio sobresalto repentino
de estar bajo la piel de una cobaya;
más fea que la rabia en el insulto,
terrible como el mal secreto oculto
del alma atormentada aunque se duerma;
peor que el sufrimiento innecesario,
buscando su medida en el sudario
se ve la sociedad: fatal y enferma.
Rosales
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