Cansada de nadar contra corriente,
cansada de escalar otra montaña,
un poco igual y un poco diferente,
levanto sobre el viento mi cabaña.
No bajo a ras del suelo aunque reviente.
La lengua de las aves me acompaña,
aprendo a ser veloz, a ser paciente,
y estoy lejos del miedo y la cizaña.
Jamás pienso en volver. No me motiva.
Se ve de otra manera desde arriba
y el mundo es un desorden muy pequeño.
Aquí la soledad es mi maestra,
la voz que me apacigua y la que muestra
que estoy hecha de aire mientras sueño.
Rosales
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