Él es una ilusión descerebrada,
la redondez de la telepatía,
la crónica de pura fantasía.
La simpática mueca de la nada,
el tren que no contempla la avería,
un nombre apuntalado en la mirada
y el hielo de una lágrima vacía.
Es una imagen de ningún suceso,
el espacio clavándose en el hueso
y una dosis nociva en cada entrega.
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