Hundida, en la raíz por del desgaste,
el día empieza nítido y bizarro.
No quiero otro demonio que me aplaste.
Igual pero distinto en el contraste,
espero un espectáculo en el barro,
me asquea el turbio imperio al despilfarro
que arroja los escrúpulos al traste.
El mundo, desnutrido, es más obtuso,
la muerte da una sombra a cada iluso
y no se puede amar con la palabra.
El cuerpo ya no siente, el alma hiberna,
latir sin corazón me descuaderna.
Llamar es esperar que nadie abra.
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