El mal y el bien son dos antagonistas,
la oculta división del mundo interno,
de un hábitat recóndito y alterno.
El mal es ruina y látigo y aristas,
el perro de las puertas del infierno,
la cueva de los egos arribistas
o el bárbaro con ansias de gobierno.
El bien es una luz desamparada,
la oveja que devora la manada.
El gesto que de cálido incomoda.
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