Su mente sucia acude. Me reclama
y yo me dejo hacer cuando me toca.
Tan ávida al deseo, soy la llama
si está sobre mi cuerpo y me convoca.
Murmura entre gemidos que me ama,
el ritmo es imperioso y muerde y choca.
Un último temblor y se derrama
igual que el agua fluye por la roca.
El aire es un acúmulo de olores,
la fiesta de humedades y vapores
que suben de los restos del placer.
Después, como quien nace en otra vida,
la sangre vuelve al pulso y nos convida
a ser otra vez carne. Y a querer.
Rosales
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