Soy el cadáver de
vivos reflejos
que desconcierta a su
propio enemigo.
Cuando se aleja el
amor, lo persigo
o, si regresa, lo
quiero de lejos.
No me sujeto a los
sabios consejos
ni a las razones del
práctico amigo.
Voy del revés de la sombra
al ombligo.
Sufro en la piel los
dolores añejos.
Triste y cansada de
hablar con la pena,
débil y rota y azul
como el mar,
llego a inyectarme
dolores en vena.
Creo que soy mi
maldito avatar,
el espejismo, mi
propia condena
y una tendencia
enfermiza de amar.
Rosales
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