Los restos del naufragio en la camilla.
Un ruido en el portal, y el alma oscura.
El hilo del dolor en la mejilla.
La sangre en el exilio y sin orilla
al último bastión de la cordura.
Un sueño necrosado en la costilla.
La neura mientras hurga en basura.
Un túnel donde caigo y agonizo,
me salgo de la piel y me deslizo
a mi otra yo, que emerge del reverso.
Respira el corazón sobre la hierba.
El ojo del poema es quien me observa
y, al poco de latir, me escribe el verso.
Rosales
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