Son lúgubres las flores de mi duelo
en la cruz del sepulcro resignado
donde el ciprés inclina su costado
sobre la fosa trágica del suelo.
Y son tristes los cánticos del cielo
a través del ozono inmaculado
cuando reza en el mármol coronado
un epitafio breve de consuelo.
Se morirán aquellos que he querido
y estaré en el silencio del olvido
tras la más absoluta oscuridad.
De memoria seré mientras perviva
una cálida sombra pensativa
que alimente mi luz de eternidad.
Rosales
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