Ahora
que la mente es un aullido,
que
no debo pensarte, y que te pienso,
se agita el coro del vacío extenso
donde
el pecho reclama su latido.
Ahora
llueve el mustio sinsentido
del
lapso crudo, lamentable y tenso,
la
escarpada manía del descenso
a
los campos de lumbre del olvido.
En el
dolor constante y meridiano,
parece que me arranco un miembro sano
como al sueño que muere entre mis yemas.
Desde
el mundo real a las falacias,
una
parte de mí te da las gracias
por quedarte a vivir en mis
poemas.
Rosales
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