Por fin, de su disfraz de piel de loba,
ha escapado serena y tan campante,
con insolente luz de supernova,
alocada, irreal, y deslumbrante.
Elige a sus amantes por capricho
(tiene un hábito infame y recurrente)
para escribir lo mismo que se ha dicho
y que al oído parezca diferente.
Se la ve aparecer unos segundos,
después de haber vivido en otros mundos
de lirismo salvaje y utopía.
Es ella la que habita en unos pocos
(los artistas, los tristes y los locos)
y algunos la llamamos poesía.
Rosales
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