Las doce del mediodía,
por hambre me tiembla el hueso,
pues tengo el bolsillo tieso
y vivo en la carestía.
Decido con osadía
lanzarme por la ventana.
¡El suelo puede estar duro!
Lo dejo para mañana.
Las once son de la noche
y sigue mi inanición.
¡Rehuso por el balcón
tirarme encima de un coche!
Pastillas a troche y moche
me agencio como veneno.
Tendrá contraindicaciones
y nunca fue el vicio bueno.
Las siete dan de la tarde,
parece que el cuerpo entero
insiste en cenar puchero,
y sufre un ansia que arde.
Por no quedar de cobarde,
colgarme pienso después.
La imagen es poco fina.
Me voy a esperar un mes.
Mejor, lo tadicional:
cortarme quiero las venas
bañando mis hondas penas
en agua de manantial.
Me tienta mucho el final
mediocre con tal apaño.
El plan es un estropicio,
y voy a esperar un año.
Rosales
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