El alma
soy de un fúnebre soldado
que a
balazos ha muerto en la trinchera;
el alma
soy viajando pasajera
y, en el
fango, su cuerpo mutilado.
Fui la
sombra de un ser desesperado,
vestido
por la fuerza de patriota
y carne
en el lugar de la derrota.
Los
disparos me hablaban inclementes
a
mordiscos sangrantes y calientes,
que me hicieron morir como un idiota.
Rosales
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