Dos pillastres del lugar
se dicen por el camino
que hay que robarle el pollino
al dueño de un olivar.
-El hombre prefiere andar
a lastimar su montura.
-¡Hurta al asno con premura!
-Por no soltar el cabestro
lo lleva asido muy diestro
a través de la llanura.
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Finge ser luego el borrico
uno de los dos zagales
y, apenado por sus males,
el hombre libera al chico.
-Vengo, aunque me cueste un pico,
a buscar un buen jumento.
-Este llegó hace un momento.
-No, lo conozco, es seguro
el muchacho del conjuro,
y yo ya conozco el cuento.
Rosales
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