No penséis mal de mí,
que no estoy loca.
Aunque pueda sonar a
pesadilla,
al soltar improperios
por la boca,
lo escuchaba gritar
de maravilla.
Don Quijote, campando
en la llanura,
impactó con su lanza
en un molino.
Le avisé de su error
hasta la hartura:
" ¡no es aquello
un gigante!, ¡deje el vino!"
Del golpazo quedó
como el pan seco,
como el cuerpo
deforme de un muñeco
y la cara sangrando
tras las greñas.
Le apelé con la voz
autoritaria:
"no está usted,
don Alonso, en Barataria.
¡Ha venido a joder a
Valdepeñas!”
Rosales
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