La flama del amor
produce una inquietud que duele y mata;
devasta el derredor,
al cuerpo desbarata
y el alma al mundo entero desacata.
Nos parte a la mitad
y rueda nuestra frente por el suelo;
la propia voluntad
es presa del señuelo
y canta con los ángeles del cielo.
¡Qué daño tan gozoso!
¡Qué efímera columna de colores!
Querer es peligroso
y amargan sus dulzores,
pues muere el que al amar mata de amores.
¡Qué ciega es la locura!
¡Qué frágil es la cara de la suerte!
Expira la cordura
y el sino se divierte
poniéndonos en brazos de la muerte.
Rosales
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