lunes, 11 de septiembre de 2023

Elegía a un ala rota

 





 

 

 

 

 

 

 

“ Yo quiero ser llorando el hortelano

de la tierra que ocupas y estercolas,

compañero del alma, tan temprano”

 

 

 

 


 

Quiero ser el guardián de cabecera

que proteja tu carne del granito

porque el brusco dolor me desespera;

 

el arcángel tenaz del monolito

donde cubre la tierra tu mortaja

y solloza de pena el infinito.

 

En la noche plomiza y cabizbaja,

de alfileres se tornan mis pulmones

cuando intuyo tus huesos en la caja.

 

Por mi rostro diluvia a borbotones

y en el éter también lloran las luces,

pues la muerte te deja hecho jirones

en el páramo negro de las cruces.

 

Un destello letal, un haz crispado,

un arisco relámpago asesino

descompone tu pecho atravesado.

 

El eléctrico rayo repentino

pulveriza la piel de tu esqueleto

tras la oscura sentencia del destino.

 

Te vislumbro en el túmulo discreto

con la cáscara rota en dos mitades

y el sudario ceñido al tronco escueto.

 

De la muerte, aborrezco las maldades

que sepultan tu polvo en el conjunto

donde habitan eternas soledades

y descansa el aliento del difunto.

 

Cercena la hinchazón del desvarío

y surge de mi estómago doliente

el llanto más amargo y más sombrío.

 

Tras la angustia ruidosa de la mente,

me pregunto el porqué de tanta ausencia

y no logro respuesta aunque lo intente.

 

 

 

¡Cuánto añoro gozar de tu presencia!,

¡cómo llega la muerte cuando toca

a llevarte a la fosa sin clemencia!

 

Tu sepelio precoz me descoloca

y ensombrece mi furia de misterio,

pues me salen las ansias por la boca

al quererte arrancar del cementerio.

 

Quiero que mi tormento te despierte,

que retorne el calor a la miseria

para resucitarte de la muerte

 

y, en el lecho profundo de la arteria,

se emborrache la sangre de futuro

cuando el ánima vuelva a tu materia.

 

A tenderte la mano, me apresuro,

y a llevarte en mis brazos a la vida

tras borrar el contorno de lo oscuro.

 

Estará tu carcasa protegida

y los males serán solo reflejos;

te dará el porvenir la bienvenida

y podremos los dos hacernos viejos.

 

 

 Cuando anegue el olvido tanto luto

y se esmalten tus ojos de alegría,

volveremos de nuevo al instituto.

 

Volveremos, amigo, cada día

a la clase de muros sonorosos

que septiembre engalana todavía.

 

Y serán nuestros sueños luminosos

aunque llueva detrás de la ventana

porque suden los vidrios lacrimosos.

 

Gritará en el pasillo la campana

con su tono estridente, rudo y alto;

cerraremos la puerta hasta mañana

y podremos flotar sobre el asfalto,

 

pues tendrá nuestro dorso un par de alas

con espeso plumaje de colores

para sobrevolar las rachas malas.

 

Para ver desde arriba los dolores

y cambiar el final de nuestra historia

escribiendo capítulos mejores.

 

 

Las dos almas irán hacia la gloria

a mecerse en la luz de las centellas

cuando extiendan su blanca trayectoria.

 

Un recuerdo fugaz serán las huellas

que pisaban antaño a ras del suelo;

brillarán con más lumbre las estrellas

al volver a encontrarnos en el cielo.


Rosales




 

 


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