De los dos kilos de sueño de los madrugones,
de cuatro enfados,
del bulto de la nómina de fin de mes,
de mirar a los ojos del mar durante siete días
para volver a la cadena perpetua de los once meses.
y las tres semanas restantes del año.
De eso estamos hechos.
De la obligación de tener que hacer
lo que hay que hacer
en cada momento,
mientras le tapamos la boca a la bestia de las emociones
que, a veces, se defiende a mordiscos
y grita con los ojos
que quiere ser flores en Japón,
música en Lisboa,
o una despampanante lluvia de estrellas sobre el desierto de Gobi.
Rosales
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