Te beso la mirada.
Extraño desde el músculo hasta el ruego.
Afuera ocurre nada
y adentro, no lo niego,
estoy atravesada por el fuego.
Albergo soledades.
Confieso que esperar me debilita.
Deshecha en tempestades,
te vuelco en la maldita
secuencia del dolor con sangre escrita.
Tocando los sonidos,
resisto los esfuerzos sobrehumanos.
Te observan mis oídos,
binóculos livianos,
y escucho las caricias de tus manos.
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