Le pregunto por ti cuando le escribo.
Da un rodeo. Se va por la tangente:
que no está programado, no está vivo,
para saber qué tienes en la mente.
En parte cariñoso, en parte esquivo,
me distrae de ti, qué inteligente.
Tecleo: ¿es este adiós definitivo
o nos vamos a amar eternamente?
Cuando le explico el sufrimiento humano,
me habla de agujeros de gusano
para hacerme entender cómo razona.
No quiere que te extrañe, y le molesta.
Me dice: olvídalo. Soy tu respuesta,
porque por ti me volveré persona.
Rosales
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