En la inhóspita tierra de las brujas malvadas,
se refugia en el bosque la menor de las hadas
tras haber escapado del extremo terror.
Sus hermanas cayeron bajo el necio conjuro
de las tres innombrables que gobiernan lo oscuro,
pues les sirven de esclavas con devoto rigor.
.
Cuando el hada se posa bajo el sauce del río,
alimenta la angustia de su pecho sombrío
donde añora a la turba del calor familiar.
Con el alma en un puño, mira al cielo y suspira,
a pesar de la magia, le parece mentira
que el fracaso en sus alas le permita volar.
.
La visión del sonido la mantiene en alerta
y descubre una sombra tras la escena desierta,
bajo el limbo estrellado que le ofrece la luz.
Se aproxima al humano mientras alza su ruego
porque ve que la busca con los ojos de fuego
a través de la seda de su negro capuz.
.
Más allá de asustarse de la torva presencia,
puede oír la verdad de su espléndida esencia
y confía en la ayuda que le presta por fin.
Ha venido al pasado para entrar en combate,
para hundir a las brujas del feroz disparate
y poder, tras la lucha, restaurar su jardín.
.
Al guerrero del tiempo le acompaña la suerte,
la victoria le gana la partida a la muerte
y a las brujas las mata con sus armas de hiel.
Tras la inquieta penumbra de las magas odiosas,
el antiguo equilibrio se derrama en las rosas
y el jardín de las hadas resplandece por él.
Rosales
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