Tócame el corazón entre las piernas
con tu espada de filo rojo y suave,
ábreme las entrañas con la llave
que separa el rosal de mis cavernas.
Llévame a las alturas sempiternas
cuando duela la hiel de tu jarabe;
tanto amor en el cuerpo no me cabe,
pues las guerras jamás fueron tan tiernas.
Quédate de placer medio dormido
mientras fundo mi pecho en tu latido
y acaricio tu espalda por detrás.
Dejaré que descanses un momento
y, después del carnal agotamiento,
me podrás complacer un poco más.
Rosales
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