En esta tarde del desierto mayo,
percibo que no estás, que ya te has ido.
Tal vez soy solo víctima de un fallo.
Quizás nunca pasó lo sucedido.
Sin embargo, no sé por qué detallo
el lapsus del error, mi gen torcido,
un espejismo hiriente como el rayo
que insiste en lo fue cuando no ha sido.
Tras un crepúsculo de estrellas seco,
un infierno de ausencia, gris y hueco,
soy un número más entre los tristes.
Da igual si vivo inmersa en lo que dudo,
si hicimos cada uno lo que pudo.
Más allá de esta tarde, sé que existes.
Rosales
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